En Bidart, a tiro de piedra de la capilla de Sainte Madeleine y frente al océano, hay un lugar donde puedes dar una bofetada, donde te sientes vivo. No es tanto por la belleza del lugar, que sin embargo es impresionante, sino sobre todo por la belleza del mensaje y la dura realidad que transmite.
Erigidas frente al mar, las estelas del Memorial a la Segunda Guerra Mundial y por la Paz dan testimonio de los combates y atrocidades que asolaron el departamento.

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Este monumento pretende reunir todas las memorias de la Segunda Guerra Mundial y hacer un llamado a la reflexión y al rechazo al olvido.

Cada piedra o estela representa grandes momentos de la guerra: el colapso y ascenso del nazismo; persecuciones, deportaciones, luchas y valores por la democracia.

El memorial fue creado por iniciativa de la Asociación Ensemble pour la Paix, por la compañía Pierres des Pyrénées d'Ascain. Su financiación fue proporcionada por una suscripción nacional y por muchos socios, incluido el Consejo Departamental de Pyrénées-Atlantiques, y recibió el apoyo de la Oficina Nacional de Veteranos y Víctimas de Guerra.

“Si falla el eco de sus voces, pereceremos”

Pau Eluard

Decir y transmitir

En Bidart, el día de la inauguración del memorial, aún quedaban muchos de estos veteranos para izar la bandera tricolor. Estaba lloviendo a cántaros, el clima había decidido enmascarar la emoción de algunos, todos estábamos muy emocionados de ser parte de los presentes. Lo fuimos aún más cuando nos encontramos con la mirada profunda de André Izaguirre, ese hombre que contaba sus años en el infierno, seguía transmitiendo paz y siempre mantenía el rumbo.


Dédé, para quienes lo conocieron bien, optó por luchar junto a las fuerzas de la Francia Libre antes de ser denunciado y luego deportado. Liberado in extremis durante la marcha de la muerte, pudo volver al campo, ver los acantilados de Parlementia, reanudar sus salidas al mar a bordo de Bakea*, pescar.
André relató sus memorias en un libro titulado "mis años en el infierno", transmitió varios mensajes a sus hijos y nietos, contó sus recuerdos en las escuelas: para que no olvidemos.

Hoy la memoria de André y sus mensajes son transmitidos por sus nietos quienes guardan el tesoro de haber aprendido a su lado. Uno de ellos, Jérémy, continúa contando la historia de Dédé, su deportación pero también su regreso a casa, su pasión por el océano y su conocimiento de la navegación. Como un contrabandista de recuerdos, Jérémy compartió generosamente con nosotros algunas cartas de su abuelo, que son testigos de la verdad de otra época.
El que hicimos enviar mensajes en euskera cambiando el nombre de la casa en la dirección de los correos para contar el horror de la guerra, aquella en la que cuando recobramos la libertad y volvimos a trabajar en el mar, nos embarcamos en un barco llamado Bakea* (*significa paz)…

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